martes, 6 de septiembre de 2011

ESPARTANOS.


“Lucha primero con la cabeza y después con el corazón”.


Me encuentro al oeste de mi ciudad, en un punto muy elevado, Esparta. A mi espalda, como gigantes sin miedo, nacen las montañas que la defienden. Hemos dejado atrás el griterío del pueblo, y las mujeres y los niños nos han despedido. Ahora reina la calma...excepto un soplo de aire que hiere mis oídos.
Miro al cielo y está cubierto de nubes grises. El viento azota mi capa, y aunque mi torso se encuentra desnudo y el frío, es penetrante, soy inmune a él. Porque yo vine al mundo de forma violenta, sufriendo mi incio, dejando a la suerte mi infancia. He tenido muchos años de preparación, de severidad, de dureza impuesta, de ruda disciplina, esto me permite mirar fijamente a la adversidad, a la muerte, esbozando una sonrisa, donde cualquier otro mortal perecería de miedo, o lloraría como un perro desolado. No hablo solo de mi, 300 de mis hermanos me acompañan... ¡¡¡soy espartanooooooo!!!

Tenemos que ser duros, doblegarnos. Tenemos que haceros sufrir, para que cuando otros intenten hacerlo, el tormento que os inflingan no sea mas que un mera molestia. Debéis hacer cualquier cosa para sobrevivir, ¡cualquier cosa! Debéis soportar calamidades sin inmutaros, sonreír cuando la sangre os resbale por el rostro y disfrutar con las heridas de la lucha. Somos artesanos de la guerra, descendientes de Heracles. No existe otro pueblo como el nuestro, aquí aprenderéis ¡si sois los suficientemente fuertes como para ser espartanos!


El soldado espartano fue el mejor guerrero del mundo antiguo. Instruidos en las artes militares, desde niños, los espartanos nacían y vivían para luchar. Los ciudadanos de Esparta eran adiestrados desde muy temprana edad para la guerra, no había mayor orgullo para un espartano que luchar para defender su pueblo. Pero no solo los hombres eran entrenados, también se preparaba a las mujeres para que fueran resistentes y proporcionaran hijos fuertes y sanos a su patria.

Todos los espartanos al nacer se enfrentaban a la primera gran prueba de su vida, ya que solamente los hijos fuertes tenían derecho a vivir; aquellos niños que nacían con deficiencias físicas o psíquicas eran arrojados desde lo alto del monte Taigeto. Eran bocas inútiles y una dura carga para la ciudad. Los que pasaban las pruebas, examinadas por una comisión de ancianos del Pórtico, se les asignaban una de las miles de tierras disponibles para los ciudadanos y lo confiaban a su familia para que lo criara, siempre con miras a endurecerlo y prepararlo para su futura vida de soldado. En pocas palabras, efectuaban una selección natural, lo que produjo que el soldado espartano fuese una máquina de matar casi perfecta.

Si esta prueba era superada, empezaba el adiestramiento del soldado espartano. Hasta los seis años podían andar en libertad, pero al cumplir los siete, los niños pasaban a formar parte del Estado, al que permanecerían vinculados hasta su muerte. Niños y niñas iniciaban su adiestramiento físico a cargo del Estado mediante carreras, saltos, manejo de las armas o lanzamiento de jabalina. La educación del espartano tenía como objetivo hacer de él un buen soldado. Por eso se le adiestraba a vivir en común, y a soportar el frío, el hambre y el dolor. Los niños, al cumplir los doce años, recibían un solo vestido para todo el año. Se acostaban sobre montones de juncos y cañas que arrancaban ellos mismos de las orillas del Eurotas. La comida debían robarla a fuerza de habilidad y destreza, y quien se dejaba coger era castigado con latigazos. Llegados a la mayoría de edad, para fortificar sus hábitos de camaradería, hacían una comida al día en común. Los compañeros de una misma mesa combatían también juntos en la guerra. La música formaba parte del adiestramiento, ya que consideraban que los ejércitos podían asustar al enemigo entonando una canción marcial.
Cumplidos los 20 años llegaba el momento más importante, el futuro guerrero tenía que enfrentarse a la última gran prueba, es decir, la caza del hombre por el hombre.

En las noches de luna llena, donde el silencio nacía de la oscuridad, eran liberados algunos ilotas (esclavos), los cuales eran perseguidos por los aspirantes a hoplitas (guerreros de elite).. El objetivo era claro, perseguirlos y matarlos, si lo conseguían lo celebraban junto a sus compañeros, ya eran soldados espartanos. Ya estaban preparados para la guerra.

La supremacía militar de Esparta en la Antigüedad se basó en su temible infantería de hoplitas. Con su armamento pesado y una disciplina de hierro, los guerreros de Esparta se hicieron casi invencibles. La disciplina colectiva y la integridad de la formación siempre debían prevalecer en la actuación del soldado, hasta tal punto que si un hoplita era alcanzado durante el combate, el de detrás debía pasar por encima de su cuerpo y ocupar su posición inicial lo antes posible. Si un oficial o incluso un rey resultaba muerto en la batalla, todo seguía igual, incluso esta circunstancia servía para encorajinar a sus subordinados. En definitiva, el ejército espartano despertaba un intenso temor en sus enemigos, tanto que la ciudad de Esparta pudo permitirse el lujo de no defenderse por murallas.


Una de las batallas más famosas de la Antigüedad, fue la de Termópilas, y es que su fama deriva no de su efecto en el resultado final de la guerra, sino en el ejemplo inspirador que supuso. La batalla es famosa por causa del heroísmo de los soldados que se quedaron en la retaguardia pese a saber que su posición estaba perdida y que se enfrentaban a una muerte segura. Me refiero a la batalla que inspiró la película de ‘300’. Las Termópilas que significan ‘puertas calientes’, eran el paso a Grecia por el norte entre las montañas y el mar. Con casi 3 kilómetros de largo, y 15 metros de ancho en alguno de sus puntos, fue muy acertadamente el lugar escogido por los griegos para detener el avance de los persas que querían invadirlos.
Resumiendo, la batalla enfrentó las dispares fuerzas de la alianza griega comandadas por Atenas y Esparta contra los invasores persas en el 480 A.C. Los griegos se habían extendido hasta las costas de Asia Menor afectando los intereses del Imperio persa. A pesar de haber ganado algunas batallas, los griegos estaban temerosos de las represalias persas, y aquí entran en juego los espartanos. Éstos no rechazaron el llamamiento de Grecia, enfrentando de esta manera a Jerjes (soberano persa) y a Leonidas (comandante espartano de la liga griega).


Las nuevas del avance del persa por las montañas llegaron pronto a Leónidas. Reunidos los líderes griegos a la luz de las antorchas, resolvieron que toda resistencia era inútil y que la posición debía ser evacuada en ese mismo instante, aprovechando la oscuridad. Y eso fue lo que hizo la mayoría: todos menos los espartanos. Leónidas consideró que su deber y el prestigio de su patria le obligaban a mantenerse defendiendo la posición hasta el final. ¿Por qué no aprovechar la oscuridad para penetrar súbitamente en sus posiciones, buscar la tienda del rey (a buen seguro fácilmente localizable) tomarla al paso y acabar con su vida? Leonidas no dudó mucho, desplegó sus unidades y ordenó el avance sobre el campamento del enemigo. Lo último que podían esperar los persas era este desesperado contraataque y, sobre todo, la intención final del espartano, que era llegar hasta la misma tienda del rey para acabar con él. El combate cuerpo a cuerpo se generalizó por doquier y en su empuje los espartanos llegaron hasta la misma tienda de Jerjes que estaba vacía. Momentos antes, el Gran Rey había sido prudencialmente alejado del lugar.
Mientras la noche cubría el campo, el combate se convirtió en una espantosa matanza para los persas y sus aliados, pero con las primeras luces del día los persas pudieron hacerse una idea cabal de lo que ocurría y del número de los griegos infiltrados. El contraataque no se hizo esperar. Ante la inmensa superioridad numérica del enemigo, los griegos fueron lentamente exterminados, cayeron muchos, entre ellos Leonidas, que murió allí mismo. Muchos se rindieron y entregaron, otros se retiraron, los que quedaron se apiñaron juntando sus escudos en un intento vano de defenderse de la lluvia de flechas que los rabiosos persas lanzaban contra ellos. De esta forma, sin cruzar ya las espadas, los últimos griegos de las Termópilas cayeron en la lucha.

Sin encontrar resistencia los persas llegaron a Atenas, devastándola por completo, pero gracias a los días que fueron retenidos por los griegos en Termopilas les permitió evacuar la ciudad junto con una flota de barcos de guerra. Jerjes decidió no darlos respiro encaminándose a Samalia con sus barcos, llevándose una desagradable sorpresa ante los ligeros barcos griegos. Jerjes tuvo que retirarse no sin dejar a 80.000 hombres al mando de un coronel para que terminara la campaña. Unos meses mas tarde 8.000 espartanos y 30.000 aliados griegos derrotan a los persas en Platea y ese mismo día la flota persa era prácticamente destruida en Micala.

Se dice que de todo el contingente espartano solo dos hombres sobrevivieron a la derrota. Los dos, enviados a Esparta poco antes por el rey para informar de sus últimas resoluciones, fueron acogidos en su patria como cobardes. Si bien en realidad no tenían culpa alguna, sufrieron injustamente el rencor de sus compatriotas, y hasta tal punto fue así, que uno de ellos decidió poner fin a su vida suicidándose. El segundo, deseando resarcirse ante sus conciudadanos, luchó y murió en la batalla de Platea.
Era habitual entre los griegos elegir, tras la batalla, al combatiente mas arrojado en la lucha. En Platea, a decir de los testigos, fue este joven el más valiente de entre todos los espartanos, aunque también dijeron que buscó abiertamente la muerte en el combate, lo que invalidaba su mérito.

El último de las Termópilas caía así frente al enemigo aunque esta vez su sacrificio no fuera en vano, pues los persas fueron derrotados en aquel lugar de una manera absoluta y definitiva.

Sin la resistencia de Leónidas en las Termópilas nunca los griegos hubieran podido evacuar Atenas, nunca se habrían dado las batallas de Salamina, Platea y Micala, y Grecia habría sido conquistada por Persia. La cuna de la civilización occidental habría desaparecido y nuestro mundo sería muy distinto de como lo conocemos hoy en día.

Como conclusión, si Grecia hubiera sido vencida, Persia hubiera ocupado toda Europa, pues aunque estuviera Roma, era una pequeña y anónima ciudad italiana. Alejandro de Macedonia no hubiera sido más que un vasallo de un imperio universal y Roma jamás hubiera podido forjar su Imperio. Sin el Imperio Romano, el Cristianismo no se hubiera podido extender como lo hizo, y Jesús de Nazaret no hubiera sido más que un iluminado, como tantos otros que hubo en la Palestina de entonces, del que no tendríamos noticia alguna.

Europa, tal y como es hoy, y su cultura, la más avanzada sobre la Tierra, no existirían, porque no hubieran tenido ni la oportunidad de nacer, y las ideas de libertad que surgieron en Grecia, hubieran sido ahogadas en un baño de sangre.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy Bueno Alber...en serio me ha encantado...
Un abrazo!! Chus.

Anónimo dijo...

Buen tema, no tenia ni puta idea de nada, no sabia nada, no he visto la pelicula, me has dejado impactado, gran inicio, un abrazo.
^Reip^

Publicar un comentario